miércoles, 22 de julio de 2009

...El tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos (o tecnos, que diría Luca y Calamaro) solilolocoquio







Time is a river



The irresistible flow of all created things,



One thing no sooner comes into view



Than it is hurried past and another takes it place



Only to be swept away in turn.





Marcus Aurelius, Meditations.











El tiempo es un río,



Una corriente monstruosa que todo lo arrastra



Tan pronto pasa a percibirse una cosa



Que pasa apresuradamente



Y otra toma su lugar



Sólo para pronto desaparecer a su vez.





Marco Aurelio, Meditaciones.












It was as if the mountains



When seen through many millenniums



Would rise and fall



Like waves in water





The mythology of Vishnu








Fue como si las montañas



Vistas a través de milenios



Se hubieran alzado y caído



Como olas en el agua.





La mitología de Vishnu











El tiempo pasa, nos vamos poniendo tecnos.



El amor no lo reflejo como ayer.



Y en cada conversación, cada beso, cada abrazo,



se me impone siempre un pedazo de razón.



(...)



se impone siempre un pedazo de temor.






("Pasa el tiempo y nos vamos poniendo tecnos". Luca Prodan y Andrés Calamaro)











*Ah, el tiempo. Ese chicle, para no decir cliché, perdurable al cual no se le gasta el sabor; ese estirable lugar común –necesario y bello pero casi inútil- para la filosofía, literatura, historia, periodismo, física, matemática y demás saberes, oficios o formas de estar. Es la inquietud vital, la inquietud misma.





Borges (1980, Borges oral) opinaba que es irrespetuoso igualar el tema del espacio y del tiempo porque podemos prescindir del primero, pero jamás del tiempo. Él recuerda que Bergson determinó al tiempo como problema capital de la metafísica al asegurar que si éste hubiera sido resuelto, todo en la vida se habría resuelto.







*Contemplo la fugacidad de todo y lo mismo que me constriñe o entristece es aquello que me maravilla y da una vida. Lo que me asoma un pie del porvenir. Así ha sido el espiral de mis ciclos. No escogí muchas condiciones al venir; ni sonrojarme en el más nimio gesto, ni mis dolores ventrales, ni ser muda y a veces confundida con las plantas, ni tener manos desobedientes, ni andar a tientas en misterioso y fascinante desamparo, quizá ni siquiera haber sido una recién nacida vomitada al mundo del asombro y el terror; haber caído expulsada, hace más de veinte años, en una isla luego de aquellos nueve meses de líquido umbilical.



Sin saber dónde quedó la cordura sin manchas obsesivas, ahora entiendo que lo mismo que siempre me ha originado ceguera al impedirme hacer cuerpo efectivo en diversas situaciones cotidianas concretas o sociales es aquello que me permite mirar y examinar hacia el hoyo del vacío imposible. Hacia el Aleph. No sólo me refiero a los milagros (sobre?)naturales sino a nuestros artificios. Por ejemplo, me complace en demasía la flexibilidad del lenguaje y la escritura y hoy, por muy incoherente o tragicómico que parezca, hasta pienso en los autores de Autoayuda (al recorrer mis ojos animales de colas ensombrecidas con fuego y luego fijar mi vista, por azar, en una portada cercana firmada en cobre con un nombre chino, quizá japonés o coreano: Mao Zi-Qian Saki o tal vez Kawataba Haruki Li: sobre una mesa de madera con estampas oscuras y olor guardado donde un ajedrez posa, desplegado, en jaque mate bajo una reina viuda que volverá a jugar en algún otro tablero; un limón perforado a la mitad y superpuesto en una servilleta cítrica, una radio antigua que brama y anuncia la buena nueva: ha cesado para siempre la batalla de los setenta desiertos entre Palestina e Israel; papeles frenéticamente desteñidos en un baúl, un vaso vítreo lleno y sudoroso que gotea susurrándome acerca de la baja, momentánea y efímera temperatura de su sangre, mis lentes para el astigmatismo psicodélico, discos de música, películas, revistas que insisten sobre el consuelo de la posmodernidad, libros multiplicados, y ¡zaz!: el ejemplar de autoayuda, casi muerto, que nunca leo); y pienso en aquellos escritores y escribidores, o escribanos, o escribientes (¿a quién le interesan las etiquetas cuando lo importante es escribir y expresarse?) que, ¿por qué no?, tienen la autoridad sobre sus experiencias y la necesidad interior, casi como si de un dictado metafísico se tratara, de contarlas a otros. Quizá por solidaridad o más por alivio propio que ajeno; como una imperiosa actitud individual de coexistencia, no menos egoísta, legítima, o valiosa que otras literaturas de recursos retóricos más técnicos o que el arte, si se asimila a la vida como una obra divina o natural de estética del absurdo. No pretendo igualar trascendencia cultural, ni esfuerzos entre unos y otros, sólo creo que hay lecturas diferentes y heterogéneas para todos. Antes, cuando me regalaban ese tipo de libros en mi adolescencia temprana, se me hacían muy pesados; ahora que he vivido mucho más puedo comprender a quien los realiza. Y aunque no soy tan optimista con ese humanismo tan fácilmente elevado, hasta los admiro. Con el solo premio de un lector asistido ya habrán cumplido también, aunque de otra forma, su dichoso proceso de inmortalidad terrenal.









*Cada vez me deleito más con la vida. Sin embargo, últimamente me he abrumado y aburrido del periodismo, o mejor dicho, de la manera obreramente servil con la cual se suele ejercer en el país, y no sé si en este tipo de sociedades. Hagamos prolijamente o no nuestro trabajo, siempre seremos el blanco de las exigencias, prejuicios y malestares de ciertos sectores de la opinión pública, como si no hubieran innumerables formas de hacer periodismo. En este grado de la profesión hay confusión y desconocimiento general. Hasta la investigación silenciosa, que es un proceso individual de inacabable estudio y esforzada recopilación documental y no una exposición sensacionalista y baja, es un modo digno de llevar a cabo el ejercicio, con algún fin a corto, mediano o largo plazo. Aunque también es una posibilidad muy respetable, no se trata de exhibir un nombre competente y prestigioso que procure credibilidad en la sociedad. Ese es uno de tantos modos. Hay otros. Hay perfiles desconocidos que prefieren trabajar arduamente sin ostentar con premura sus labores, opción no menos válida que otras .



Los difusos conceptos de objetividad, veracidad e inmediatez, en los cuales -hasta cierto límite- no he creído, siempre se nos han impuesto como parte de los lemas clásicos de la academia periodística. Y más ahora, con la abusiva campaña roja y los enfrentamientos Bigbrotherísticos de ambos bandos, tanto el oficial como el de oposición. Pero todos sabemos que no existe tal objetividad, hasta cierto punto, repito. No creo en la objetividad, creo en el respeto, aunque éste a veces sea tan difícil de enmarcar (y porque "justicia" es un término muy pretencioso, me parece, opto por el respeto). Por cortos lapsos, siempre durante unos pocos meses, he sostenido empleos privados o públicos, pero ninguno que haya logrado traspasar las polarizaciones ni ese obsoleto tribunal dogmático sobre el cual rige la dictadura de la verdad, más en estos momentos tan intrincados, y el intento es lógico cuando se es asalariado; pero ese ya no es mi caso, ni creo que vuelva a serlo, quizá en esta profesión donde a mi juicio se trabaja mejor de forma independiente, por contratos elegidos (de audiovisuales, o de impresos menores), por muy pequeños y sencillos que éstos sean.



*



Podría ser que ante la perspectiva de algunos, no he sido lo suficientemente responsable para este oficio y aunque eso no desvanece mi ánimo, reconozco que muchas veces he andado con pasos errantes, como todos y desde siempre; muchas decisiones, elecciones, deslices o accidentes personales que han provocado mi arrepentimiento (a veces), pero me han hecho aprender y crecer. No tendría por qué rendir cuentas a nadie de muchas cosas pasadas (ni presentes, ni futuras), porque nunca he sido ni he querido ser una persona "pública" o famosa, ni he escrito un libro más importante que mi tesis de grado, ni deseé nunca salir en televisión, ni he sido alcaldesa; y menos para satisfacer sandeces (porque sólo la idiotez amanerada y la abyecta prensa amarillista-rosa se enfoca en des-informaciones privadas robadas o calumnias, las transforma, las mal utiliza, las degenera y las propaga). Sin embargo, en mis equivocaciones, tampoco me sirve de consuelo o motivación para una meta personal el hecho de saber que existe el Periodismo Gonzo, o locos suicidas del underground dedicados al oficio como Thompson, Capote, Vestrini, Larra, etc, etc, etc, etc, etc.. Simplemente quiero encontrar, y eso es poco a poco, las maneras más felices para vivir trabajando y no para trabajar viviendo. Ya me curé de esa fiebre ilusoria de querer demostrarle alguna utilidad social a quién sabe quién. También quiero seguir estudiando, viajando y especializarme en otra rama de la que aún no estoy tan segura. Pero sobre todo sé que quiero vivir tranquila, en paz, y seguir acechando sueños y levedades.





* Para hablar en términos contemporáneos y equiparar lo banal de mi intención, todo esto ha sido como el Facebook o el Twiter que no tengo. Era eso, unas simples piezas de la existencia que creo tengo derecho a mover y disfrutar aquí, pero ya no estoy tan cómoda con ellas. He tenido la oportunidad de recorrer muchísimos otros blogs, unos que me han interesado más que otros con la bonita libertad de poder entrar a esos espacios, leer y decidir si comentar o no sin sentirme una delincuente (dolorosamente sólo una lejana vez me sentí como una. Una delincuente platónica y encarcelada). A veces lo hacía con confianza, otras apenas me atrevía y en otras pudo más la cobardía o la timidez. Lo cierto es que conocí muchos trabajos que se están haciendo en la actualidad, incluyendo el verbo especial de muchas venezolanas y venezolanos, y aunque tenía la intención de ir agregando poco a poco algo de eso acá, pues por ahora siento que este blog se quedó atrás. Por cierto, pido disculpas si en algún momento herí susceptibilidades o aludí ciertos temas o situaciones indeseables, sin mala intención, talvez de forma impulsiva e incorrecta..histérica. He pensado, ya lo sugerí, en Edipo. En cómo y por qué se arrancó sus ojos, sus pupilas. Y pienso en la mía. En mi Pupila. En este refugio infantil adolescente donde, de vez en cuando, pensaba que me libraba de la guerra de la polarización. Aquí quería construir un espacio seguro de libertad individual, no sólo un divertimento, no sólo un lugar para pensar un poco, sino sobre todo un refugio, un taima para mi innata, crónica y obscena enfermedad onírica. Pero como el rey ciego posiblemente me desvié y el destino me alcanzó. Cada vez me he vuelto más adulta y la niña fastidiosa, sí, debe dejarme en paz. Creo que la debo abandonar yo a ella. Sacármela, de una buena vez, o al menos no hacerle más fiestas.



En fin, por eso, porque esta cartografía satelital ha sido un simple acompañante itinerante más individual de lo comúnmente deseado y porque quizá más adelante comparta con las amistades otro blog más “actualizado” (sentido subjetivo) y tal vez más íntimo y personal, quiero seguir disertando o balbuceando -aquí y ahora- sobre el tiempo.







*Borges, como casi siempre, también menciona a Schopenhauer, quien apuntaba que la música no es algo que se agrega al mundo, sino que la música ya es un mundo y “en ese mundo, sin embargo, tendríamos siempre el tiempo. Porque el tiempo es la sucesión.”





Quiero mostrar esta intensa relación del tiempo, la música y el crecer-envejecer en un corto documental por el cual me animé a escribir un poco sobre esto. Un cortometraje bellísimo:





Ten minutes older (diez minutos mayor-más viejo), de Herz Frank. 1978:


























*Continúo con Borges y con el río. Da el ejemplo de Heráclito: nadie baja dos veces al mismo río. “¿Por qué nadie baja dos veces al mismo río? En primer término, porque las aguas del río fluyen. En segundo término –esto es algo que ya nos toca metafísicamente, que nos da como un principio de horror sagrado-, porque nosotros mismos somos también un río, nosotros también somos fluctuantes. El problema del tiempo es ése. Es el problema de lo fugitivo: el tiempo pasa. (…) Mi presente –o lo que era mi presente- ya es el pasado. Pero ese tiempo que pasa, no pasa enteramente”. Por eso somos y no somos los mismos. “No hay un momento en que podamos decirle al tiempo: Detente. ¡Eres tan hermoso…!, como quería Goethe. El presente no se detiene. No podríamos imaginar un presente puro; sería nulo. El presente tiene siempre una partícula de pasado, una partícula de futuro. Y parece que eso es necesario al tiempo. En nuestra experiencia, el tiempo corresponde siempre al río de Heráclito, siempre seguimos con esa antigua parábola. Es como si no se hubiera adelantado en tantos siglos. Somos siempre Heráclito viéndose reflejado en el río, y pensando que el río no es el río porque ha cambiado sus aguas y pensando que él no es Heráclito porque él ha sido otras personas entre la última vez que vio el río y ésta. Es decir, somos algo cambiante y algo permanente. Somos algo esencialmente misterioso.”







*A partir del documental Ten minutes older, en el 2002 se creó una serie de cortometrajes entregados en dos partes con el mismo nombre: Ten minutes older, The Trumpet y la segunda parte Ten minutes older, The Cello. Ambos utilizan el mismo concepto sobre el tiempo: la metáfora del río, los relojes y la música como fondo entre corto y corto.





En The Cello participan Bernardo Bertolucci, Mike Figgis, Jiri Menzel, István Szabó, Claire Denis, Volker Schlondorff, Michael Radford y Jean Luc Godard.



Los que más me gustan son el de Figgis ("About time2") que trata sobre un escritor y sus recuerdos, el de Claire Denis ("Vers Nancy") donde se discute sobre la identidad, el extranjero, la intrusión y el rechazo al Otro, a la otredad. Lo recomiendo. El de Bertolucci ("Histoire d' eaux") que me recordó a Sidharta de Herman Hesse, El de Schlondorff ("Enlightenment") y sobre todo el de Godard ("In the darkness of time"), por cierto, el único que está en internet. Atención en la letra.



















En The Trumpet participan Aki Kaurismaki, Victor Erice, Werner Herzog, Jim Jarmusch, Win Wenders, Spike Lee y Chen Kaige.



Los que más me gustan son el de Victor Erice ("Lifeline"), Jim Jarmusch ("Int. Trailer. Night"), Win Wenders ("Twelve miles to trona") y Chen Kaige ("100 flowers hidden deep").





Los encontré todos:





Lifeline:




















Int. Tailer. Night:





















100 flowers hidden deep: (el audio no está muy bueno)


















Twelve miles to Trona:


















*Hay una sentencia de sabiduría popular, a la cual le encuentro más sentido con el tiempo, que reza: “Los que tienen grandes mentes discuten ideas, los que tienen mentes mediocres hablan sobre eventos y sólo las pequeñas mentes hablan de otros”. Imagino que al decir “hablar de otros”, se refiere a un sentido destructivo. Es un enunciado que me alecciona y me redarguye sobre tantas estupideces a las que algunas veces dedicamos ocasiones los humanos; con buenas o no tan buenas intenciones, muchas veces sin darnos cuenta. Pero hay tanto que disfrutar o tanto que autocriticarse que no vale la pena cobijar ese tipo de actividad y sentimiento.





*En la sección "La inmortalidad" del mismo libro, Borges dice: “Nuestro yo es lo menos importante para nosotros. ¿Qué significa sentirnos yo? ¿En qué puede diferir el que yo me sienta Borges de que ustedes se sientan A, B o C? En nada, absolutamente. Ese yo es lo que compartimos, es lo que está presente, de una forma u otra, en todas las criaturas. Entonces podríamos decir que la inmortalidad es necesaria, no la personal pero sí esa otra inmortalidad. Por ejemplo, cada vez que alguien quiere a un enemigo aparece la inmortalidad de Cristo. En ese momento él es Cristo.”





*Sé que la figura de Cristo causa aversión en muchos, como persona y símbolo. En mí la causaba, un poco. Pero ya no, ahora me parece bella. Bella y poética. También sé que esa idea o enunciación suena kitsch, pero yo me inclino por el concepto de Kundera:



De eso se desprende que el ideal estético del acuerdo categórico con el ser es un mundo en el que la mierda es negada y todos se comportan como si no existiese. Este ideal estético se llama kitsch. Es una palabra alemana que nació en medio del sentimental siglo diecinueve y se extendió después a todos los idiomas. Pero la frecuencia del uso dejó borroso su original sentido metafísico, es decir: el kitsch es la negación absoluta de la mierda; en sentido literal y figurado: el kitsch elimina de su punto de vista todo lo que en la existencia humana es esencialmente inaceptable”. (Kundera. La insoportable levedad del ser. 1988 Ed. TusQuets. p. 254 ). -Las negrillas son mías-.



En ese sentido, el kitsch podría estar representado en la religiosidad y el fanatismo, pero no creo que en Cristo, sus ideales o el cristianismo; allí hay una gran diferencia. La religiosidad, con su frecuente despotismo, generalmente -no siempre y no todas las religiones- ha tomado formas atroces de perjuicio cacique. Pero Cristo, no negando la "mierda", ni creyendo en la posible hermandad de absolutamente todos los hombres del mundo, tampoco practica la tiranía de obligar a los fuertes o menoscabar a los débiles, a pesar de que pareciera que en el cristianismo no impera el corazón sino la razón. Por otro lado, ¿acaso el intento de felicidad no tiene algo kitsch?, ¿La insoportable levedad del ser no tiene pasajes y un final un tanto kitsch?, ¿el amor y/o el matrimonio no se presentan con un sentimiento o un empeño metafísico kitsch?. ¿Las luchas individuales o colectivas, o sociales, o culturales o políticas no tienen un trasfondo kitsch? Yo creo que hay que ser un poco kitsch para poder ser feliz. Me refiero al sentido metafísico y creo que no al material. Nuestras recreaciones mentales son edificadas con un impulso kitsch. Necesitamos desviar nuestra mirada de lo que no nos agrada, y para cada quien será un horizonte distinto. Creo que el motor vital, la voluntad de vivir es, de una u otra forma, esencial e inevitablemente kitsch. (Se lee terrible, pero no es una propuesta, sólo es un análisis sentimental, quizás pasajero y kitsch).





*“¿Qué sería de cada uno de nosotros sin su memoria?”, continúa Borges en El Tiempo, “Es una memoria que en buena parte está hecha del ruido pero que es esencial. No es necesario que yo recuerde, por ejemplo, para ser quien soy, que he vivido en Palermo, en Adrogué, en Ginebra, en España. Al mismo tiempo, yo tengo que sentir que no soy el que fui en esos lugares, que soy otro. Ese es el problema que nunca podemos resolver: el problema de la identidad cambiante. Y quizás la misma palabra cambio sea suficiente. Porque si hablamos de cambio de algo, no decimos que algo sea reemplazado por otra cosa. Decimos: La planta crece. No queremos decir con esto que una planta chica deba ser reemplazada por una más grande. Queremos decir que esa planta se convierte en otra cosa. Es decir, la idea de la permanencia en lo fugaz. La idea del futuro vendría a justificar aquella antigua idea de Platón, que el tiempo es la imagen de lo eterno, el futuro vendría a ser el movimiento del alma hacia el porvenir. El porvenir sería a su vez la vuelta a lo eterno. Es decir, que nuestra vida es una continua agonía. Cuando San Pablo dijo: Muero cada día, no era una expresión patética la suya. La verdad es que morimos cada día y que nacemos cada día. Estamos continuamente naciendo y muriendo. Por eso el problema del tiempo nos toca más que a los otros problemas metafísicos. Porque los otros son abstractos. El del tiempo es nuestro problema. ¿Quién soy yo? ¿Quién es cada uno de nosotros? ¿Quiénes somos? Quizás lo sepamos alguna vez. Quizás no. Pero mientras tanto, como dijo San Agustín, mi alma arde porque quiero saberlo.”





(“El tiempo”. 23 de junio de 1978. Borges Oral. 1980. Ed. Bruguera)















“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar, tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras, tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.



¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?



Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.”





Eclesiastés 3.1-11 (Versión Reina-Valera)

















....









"Como toda floración marchita, y toda juventud con la edad decae, así florece cada etapa de la vida, florece cada sabiduría y cada virtud a su tiempo, y no debe durar eternamente. El corazón, a cada llamada de la vida, debe estar presto a la despedida y recomienzo, para entregarse con valor, sin luto, a otras nuevas ligazones. Cada comenzar está lleno de un encanto que nos protege y nos ayuda a vivir. Hemos de atravesar alegres espacio tras espacio, no depender de hogar alguno, el espíritu del mundo no quiere atarnos ni angostarnos, quiere levantarnos peldaño tras peldaño, ampliarnos. Apenas nos aclimatamos a un círculo de vida, y nos acostumbramos confiadamente, cuando ya amenaza el adormecimiento, solamente el que está preparado al rompimiento y al viaje puede escapar del paralizador acostumbrarse. Quizá todavía la hora de la muerte nos envíe espacios nuevos, nunca tendrá fin en nosotros la llamada de la vida…¡Bien, pues, corazón, despiértate y sana!"



(Herman Hesse)





(Último párrafo, de Herman Hesse, tomado de: niamituombligo.blogspot.com)

















Salud-os.

No hay comentarios: